Al hilo del diletante comentario que he metido en la entrada anterior, ra una pregunta sobre el arte y la descontextualización de Pedro Ojeda, me he acordado de esta frase de [algún personaje] de la novela de Rafael Chirbes Crematorio:
Una obra de arte separada del espectador por cristal antibalas, cordón de seguridad y aparato de alarma.
y me trae a la memoria el espanto de urna poliédrica y antimisiles por lo menos, que le clavaron al Guernica (el de Picasso) cuando recién en España, con mil seguridades y mucho aparato lo colocaron en el Casón del Buen Retiro. Aquí se pueden ver unas fotos de aquellos tiempos.
Era una aparición tan espeluznante que el único remedio que tenía la visita era obviar el cuadrón y centrarse en los bocetos de mujeres llorando que exponían en el resto de la gigantesca sala.
Cuando una obra de arte tiene tantas parafernalias por su seguridad, que la alejan del espectador, parece que dejara de ser obra de arte dada a la contemplación para convertirse en presidente de la república vaticana.
También recuerdo cómo saltaban las alarmas de los Tizianos en Venecia, por acercarme demasiado para ver la textura de la tela y la disposición de la pintura y la pincelada y esas cosas que me gusta ver de cerca, y acudía toda la seguridad de La Academia o el cura de la iglesia de turno, a ver qué le hacíamos a la pintura ululante.
No es de extrañar que me acercara, porque esta Piedad de la Academia, de 1576 -imagen tomada de aquí- es para verla muy de cerca y mucho tiempo -y pena de no poder llevar una escalera al museo para ver las zonas altas-
Y sin embargo, también en la Academia, metí las narices en todos los Bellinis (Giovanni) que encontré para ver esos fondos tan preciosos y ordenados tras sus sacras conversaciones y madonas, y no saltó ninguna alarma.
Conclusión provisional primera: en los muzeoz hay una jerarquía en la protección de las obras que depende de la importancia que se otorga al artista (su caché museal), y de lo golosa que sea la obra para su robo y desaparición o para su ataque por algún chalado.
También recuerdo hace años como un par de gilipollas, de esos que andan preguntándose qué es el arte -¿y-esto-es-arteeeee?- y molestando con sus risas, comentarios y actitudes, en una exposición del entonces gratuito MNCARS, recuerdo como golpearon impunemente el Impluvium de Susana Solano, por eso, por simple chulería.
El Impluvium, que es de hierro y grandote, ni se inmutó, pero yo ya ni recuerdo lo que les llamé para ir a continuación a buscar al vigilante más cercano.
(Señora que protesta y ejerce sus derechos y deberes de ciudadana)
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Y hablando de gilipollas y gilipolleces, aquí va otro fragmento de la misma novela de Rafael Chirbes, sobre El Genio:
El genio suele ser un farsante que disimula sus deficiencias con la ampulosidad de los gestos: por lo demás, alguien que, en el fondo, en vez de trabajar, se dedica a ejercer como relaciones públicas, a rodearse de una corte de exégetas que crecen en torno a él, haciéndole crecer a él. Halagar a mecenas, a galeristas, a periodistas, a banqueros que desgravan impuestos a cambio de colgar cuadros en un bajo con ventanillos y mostrador de atención al cliente; a cambio de financiar conciertos, de crear patronazgos de esto y aquello, eso es lo que otorga el estatuto de genio, que te tengan ellos en el catálogo.
Je, me temo que no le pasa solo a LosGenios
Entrada excelente para reflexionar largo.
ResponderEliminarLo que sucede es que, en esos casos, la obra de arte ya no es solo la que está encerrada en la urna antibalas, sino toda la urna y la sala en la que se expone: significa una época, que es la nuestra, aunque no nos guste.
Sí, es una época de no hace tanto: el Guernica se convirtió en un símbolo político y cada vez más, y por eso corría peligro de ser dañado por los residuos del franquismo y elemento similares.
ResponderEliminarQue una obra se convierta en símbolo tiene su parte buena y su parte mala (para la obra en sí y para su recepción como tal).
De todas maneras la urna era espantosa. Visto hoy, todo resulta muy exagerado. Pero así fue.
Si ahora, en este mundo de ahora, se adoptan medidas de seguridad de ese calibre con una obra, es por su (hiper)valoración económica.
El simbolismo acabó, sólo queda la especulación.
...solo queda la especulación.. y también y muy poderosamente, los sueños privados de la gente privada
ResponderEliminarEs la esfera pública la que ahora resulta insufrible, con una urna antimisiles que la resguarda en su delirio, que la separa de la realidad de aquí abajo, de la vida. Y así se conserva amojamada, casposa pese a los brillos y oropeles, falsa en todos sus facetas.
ResponderEliminarPor cierto quién nos dice que no sea una copia buenísima, la que permanece en su urna. A veces en algunos espacios museísticos tengo la sensación de estar ante la magnificación de la impostura. Todo falso y todo real, dos por uno. Y lo digo desde mi condición de impostor redomado.
ResponderEliminarJe: no me da para tanto, pero ya me gustaría ser redomado impostor.
ResponderEliminarEn algunos espacios expositivos lo que pienso es que cuántos medios para tan poca cosa: cuántos medios se gastan para hacer obras temáticas, cuando con muchos menos medios se podría decir lo mismo.
Pero claro, ahora es fundamental el espectáculo, la espectacularidad, el marketín y mucho comisarioooo por aquí por allá.
Mirando las reseñas de exposiciones de los suplementos culturales y de las revistas del ramo, siempre tiene que venir lo de "Comisario:", tras el nombre de la exposición. Luego aparece el nombre del artista. Si es colectiva.. a veces ni eso.
Como me gusta el mundo del arte!