Al pasar mirando a un lado y otro, la luz sesgada atrajo la atención hacia la planta.
El lugar en un cacho sitio mostrenco (o no lugar, dicho en hablas cultas), al que de vez en cuando arrasa una batida de jardineros no mostrencos. Por lo demás, nadie molesta allí a las plantas que crecen muy contentas. Siempre hay algo que desubrir en ese trozo olvidado de la propiedad.
En otoño y a lo largo del invierno, en una de sus esquinas se acumulan hojas en múltiples estratos. Pasado en tiempo es fácil encontrar allí, bajo la broza de la que escapan, hojas en sus nervios.
Es el criadero de hojas en sus nervios. Un lugar fantástico dejado en sus procesos a su aire.
La vida de las plantas cuando no las miramos
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