Cuando escribir es dejar aflorar los discursos enredados que somos,
escribir y dibujar son el mismo acto.
Si los discursos emergen como raíces, atraídos unos por otros,
superponiéndose y negándose,
rompen la línea de escritura y la sintaxis, destruyendo el discurso.
Como raíces.
Para decir(me), a veces el texto se pliega y semioculta parte del texto.
El texto ha saltado por los aires urgido por los discursos.
Y dice entonces más que el discurso.
Los sonidos e imágenes que nos acompañan revolotean disponibles
para que otras voces
continúen la conversación.
A veces el silencio es la voz, el texto necesario.
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