ramilla de chopo con cápsulas seminales
-las que sueltan al aire esa preciosa pelusa blanca en primavera-
ya seca, tras meses de ser recogida.
Cuando recogí estas ramillas en mayo o junio, las puse en agua en tres recipientes distintos para que duraran al menos mientras las dibujada. Eran entonces verdes y tiernas, curvadas y ondulantes por el peso de las cápsulas llenas de pelusa, como en un embarazo. Algunas cápsulas se estaban abriendo, pero aún no volaba la pelusa.
Y mientras me distraía dibujando otros seres volátiles y efímeros de la estación, el agua de los jarrones se evaporó y fueron secándose de forma natural, incluso alguna ramilla enmoheció parcialmente.
Ahora que todo está seco, se conserva con la fragilidad de los seres sin aguas, incluso las ramillas agrisadas tomadas por el moho.
Y sin embargo, la pelusa no se ha secado: en este proceso de desecación natural, se abrieron las cápsulas, parte de la pelusa emergió, pero aún está dentro una gran parte. ¿Aún hay semilla?
Porque cada cápsula contiene una gran cantidad de pelusa agazapada dentro.
Y esto fue lo que aprendí de estas plantas.
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