Dibujo que repesenta la corteza de un chopo -la piel del tronco- en su estado actual.Lápiz de color / papel Caballo. 70 x 50 cm.
(Ya va quedando menos)
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Creía que el tiempo que llevo dibujádolo, [ese paréntesis tan lleno de vida, pensamientos u ocurrencias, actividad, mirada, regalos, vida de nuevo, sobre todo, vida] era mucho mayor.
Pero no, la anterior obra finita es de finales de febrero, a partir de la cual, y con muchas ganas, comencé esta otra.
Y con el aprendizaje que me dieron los dibujos de pequeños trozos de cortezas de chopo.
(Claro que también fantasée con hacer un dibujo AÚN MÁS GRANDE! que representara el tronco entero hasta las primeras ramas, de algo así como tres metros de alto).
La corteza es un delirio de anillos, manchitas, agujeros con concavidad o convexidad, o ambas a la vez, trozos de madera vista, intervenciones humanas varias, escorrentías, hileras de puntos o manchas. Por ahora no he representado ninguna hormiga trepándolo, pero las he visto también.
Con tantas cosas, supongo que parto mentalmente para hacerlo, de la imagen de un laberinto que voy construyendo y ordenando, entendiéndolo centímetro a centímetro.
También constato que es siempre por estas fechas primaverales cuando me embarco en hacer obras cuya factura me tiene muy entretenida durante varios meses, [en un paréntesis en el que aferrada a la elaboración de la obra, observo desde allí la vertiginosa transformación a la que la primavera empuja a todo bicho viviente, planta, pájaro, humano o humanoide].
Quizá sea este estar junto a una obra tanto tiempo un nido para no dejarme arrastrar en demasía por el tsunami primaveral.
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