Hablando de erotismo con un ciego, he recordado hoy otro erotismo en las artes, quizá un poco inverosímil de tragar para algunos: es este de los atormentadas esculturas religiosas del barroco español.
Sin duda no se hicieron para ser así contempladas. Seguro.
Pero, quién sabe si no se coló en la mirada y el hacer de cada artista que las pensó y ejecutó un punto erótico que allí quedó, exhibiéndose con la obra.
Y es solo la mirada irreligiosa actual la que saca a la luz la pasión de aquellos artistas que como hombres ya son menos que polvo.
Esta es la entrada que publiqué entonces, en julio de 2010, sobre la exposición "Lo sagrado hecho real", del Museo Cadenas de San Gregorio.
Hoy hubiera sido más explícita acerca de estos cuerpos y los recorridos de las gotas de sangre.
Pero me callo. Que cada cual mire a sus antojos.
Cristo yacente, de Gregorio Fernández
Por mucha sangre que haya, que repele a muchas personas para ir a ver esta magnífica exposición, también hay erotismo, en este glorioso cuerpo tallado, con la sensación de piel conseguida con la escultura y la pintura, con el paño de pureza tan al límite.
En "El País" publicaron una fotografía, muchísimo mejor que esta mía, que refleja aún más este aspecto erótico.
En la que publico, no se reflejan los maravillosos paños (tallados) sobre los que reposa el yacente, tan atractivos que incitan a ser tocados suavemente, ni la almohada bajo su cabeza, con unas delicadísimas pinturas decorativas, que contrastan tanto con la atormentada cabeza de esta obra.
La lamentación sobre Cristo. José de Ribera
Esta pintura está en la exposición confrontada al Cristo yacente de Gregorio Fernández, tan solitario y muerto.
He cogido este fragmento de la obra, obviando la Magdalena que se inclina a la izquierda con su gran melena para besar los pies al cristo muerto, por el atractivo de los paños y la carne pintadas.
Y esas delicadas piernas, y esa mano que cae
Dolorosa, de Pedro de Mena (si no me equivoco)
En la misma sala que las dos obras anteriores está este busto delicadísimo (mi fotografía no le hace justicia), compungido con su contenida angustia bajo esos velos tan imposibles por lo finos.
Como hace notar la cartela hay un exquisito trabajo con el color en el rostro, con leves enrojecimientos bajo los párpados y huellas del recorrido de las lágrimas, hechas con cristales y hoy desaparecidas.
Cristo de la luz, de Gregorio Fernández
Este Cristo, que he visto tantas veces, se cierra con estos impactantes pero muy hermosos pies con toda su explosión de sangre y la brutalidad del clavo bajo esas piernas tan blancas y delicadas
Otra imagen de las piernas del Cristo de la luz,con sus machacadas rodillas y ese torso que parece tan tenso en un intento por dar un último respiro.
Este cristo, que deja caer su cabeza a la izquierda del espectador, totalmente derrotado, está muerto o está agonizante. Popularmente se dice de él que mirándole desde un lado está muerto y desde el otro aún vive.
Hay mucha sangre, en efecto, pero es muy elegante e indudablemente artística
Cristo después de la flagelación. Velázquez
Y hablando de elegancia en arte: Velázquez
Pese a la mala calidad de mi fotografía... no conseguí reflejar el tratamiento de la carne del torso en este lienzo, ni la magia del apenas pintado, apenas unas pinceladas, casi abocetado, para representar los látigos y otros elementos situados en el suelo, a la derecha de la imagen del cristo.
Ecce homo, de Gregorio Fernández
Mucho más fornido que otras representaciones en esa misma sala, este hombretón que encoje la espalda y agacha la cabez, y parece proteger su cuerpo con sus brazo, me maravilló por cómo está pintada la piel, con un agrisamiento en las piernas que me pareció en principio que representaba el vello. En la cartela resaltan este aspecto del colorido, así como las técnicas para fingir esa llagas tan terribles en la espalda.
Me quedarememorar muchas otras obras: los Zurbaranes, con sus paños tan impresionantes, su San Francisco, una pequeña escultura hermosísima de un San Francisco de Pedro de Mena, la Magdalena Penitente con su ropaje tan duro y tan apetecible de tocar... El paisaje de fondo de la Inmaculada de Velázquez, los tres cristos que abren la exposición, la impacable cabeza cortada de El Bautista, otroa maravillosa cabeza de algun santo que no recuerdo, con un tratamiento delicioso del cabello y el asomo de bigote realizado con la pintura más la escultura.
Es un auténtico placer ver esta exposición, pese a la sangre,
o mejor aún gracias a la sangre tan bien pintada y esculpida.
Volver y volver a verla
En esta galería fotográfica de El Norte de Castilla, se ven las fotografías de Miguel Angel Santos, del desembalaje de las piezas, su atenta inspección y el montaje de la exposición.
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