LXVIII (1999). Pastel / papel. 63 x 48 cm.
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LI. 1998. Pastel y carboncillo / papel. 65 x 50 cm. |
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XXXVII. 1999. Carboncillo / papel. 65 x 50 cm.
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Me he vuelto a acordar con intensidad de estas obras muy recientemente. Muchas obras, muchas, demasiadas. Tantas y tan invasivas que a finales de 2010 y comienzos de 2011 tuve que hacer un mercadillo virtual desde este blog para deshacerme de ellas a precio simbólico entre mis amistades: vendo obra a precio del marco, la eliges en las fotos, vienes por ella, no me revuelvas mucho y te la llevas puesta.
Resultó muy bien el chamarileo. Conseguí disminuir bastante el volumen de obras 1997-2003 enmarcadas, de lo inconmensurable por toda la casa a unos aceptables cinco metros cúbicos en un rincón.
A aquella movida la llamé mal de pintor, y fue además divertida.
Este tipo de obras las comencé a realizar derivando primero de la influencia de Jaspers Johns, con cuya obra me estuve pegando más o menos desde 1993 o 1994.
Posteriormente, y gracias a exposiciones que trajeron por lo que hoy es el MNCARS, bajo la deliciosa influencia de Agnes Martin, que me fascinó, y Robert Ryman -qué tío tan estupendo y pasota-.
Hubo un parón entre medias de intenso estudio de la pintura veneciana, tan intenso que conseguí saltar varias alarmas por aproximación excesiva a pinturas de Tiziano en iglesias y museos venecianos. Ole! - Turista extranjera trata de robar valioso cuadro de maestro, y se lo impide el cura.
De este parón veneciano surgió una serie de ricas pinturas sobre lienzo de bandas de colores, tamaño grande o estorbo. Lienzos excesivos en número de los que no hace muchos años también hice la correspondiente subasta entre amigos y conocidos.
Aún queda bastante fondo de armario o trastero de todo, de todooooooo, de lienzos coloridos y obras sobre papel coloridas y negras, un inventario enorme, enloquecedor, que prefiero olvidar tras una puerta, que sigue creciendo y creciendo amenazando siempre con invadirme. Casa tomada.
Los ricos lienzos eran tan ricos que cuando súbitamente empobrecí por las cosas de la vida, me vi obligada a prescindir de caras pinturas acrílicos y de enormes y caros lienzos.
Así que me las tuve que apañar con papel y carboncillos, lápices y algún elemento más (Trapo, fundamental) y con todo eso hice entre 1997 y 2003-04 esas obras de arriba y muchas más. Creo que más de un par de centenares.
Era tan pobre tan pobre que lo que pintaba o dibujaba en un mes, lo tenía que fijar al mes siguiente, pues no me llegaba el dinero para comprar el fijador de calidad para tanta producción.
Me alivió mucho la situación económica una beca para esto de las artes de la Diputación de Valladolid, que disfruté un año (obtenida por concurso).Cada trimestre había que hacer un informe del estado del trabajo o proyecto, y yo me lo pasaba pipa contándoles en los informes mis delirios sobre el cielo y los pájaros y les ponía las fotos de lo que había hecho, gracias a que con su beca, tenía dinero para rebelar las fotos. ¡Y hasta para enmarcar la obra!. Mil Graciasssss!!!!!
También recuerdo las nubes de fijador que armaba en la terraza de la casa, y de cuando aquella nube se depositaba por fin en el suelo y me pillaba allí descalza y se me pegaba el pie al suelo, y al levantarlo me llevaba un trozo de baldosa vieja pegado a la piel.
O las gloriosas nubes de carboncillo en el estudio. ¡Oh, el carboncillo! ¡qué maravilla!, Aquellos carboncillos finitos que usaba, cómo se partían y saltaba por los aires en trozos.
Cómo los gastaba y gastaba y volvía de nuevo a la tienda por más provisiones ante es espanto de los vendedores que sospechaban que me los comía.
¡Y los lápices 9H! Ohhhh! El rasgueo de los 9, 8, 7, 6H sobre el papel, ¡Ah! Oh!!!!! Qué experiencia tan absoluta! Quien no lo haya vivido no se lo puede imaginar. Cabreo sobre papel y un buen 9H y no hace falta nada más para seguir y seguir y sobrevivir a las mil putadas de la vida.
Y cuánto polvo de carboncillo en el estudio por todas partes, remansándose en todas las superficies, bien pegado con el fijador. Ropa y calzado para el estudio que me cambiaba para asomarme al resto de la casa... y llaman a la puerta y viene alguien a venderme algo que ni necesito ni deseo, y salgo untada de carboncillo hasta el pelo y lo he puesto ya todo perdido, y la marquesa recibe carboncillo en mano dispuesta a comerse al comercial de turno y al vendedor de biblias cagándose en el vecino que le abrió, etc.
Lo que me costó limpiar todo aquello, los lienzos ahí apilados, que tras doce años aún pringaban y olían a fijador y carboncillo, y me traían aquellos gratos recuerdos. Qué fregadas les tuve que dar.
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