En diciembre publiqué esta entrada sobre la obra "Gasa alterada". Tras pensar cómo mostrarla, cómo colgarla, etc., esas pequeñas estupideces a las que tantas vueltas damos los diletantes, ya la tengo aquí, en sus diversas maneras de ser y estar.
Vista ortodoxa: de frente comme il faut
Es un trozo de gasa mal tratado con punzón y agujas de ganchillo, que levantan los hilos y deshacen la trama de los hilos, los hilos que tanto me gustan y la concreta trama de esta concreta gasa que no me gustan nada.
Tras esta primera parte la cosí con su propio hilo abalorios transparentes y la hice unos ataditos con alambre plateado mate, de los cuales resulta el drapeado que presenta la pieza y todos los puntitos que le dan un poco de guasa.
Eso estaba hecho en diciembre, así como su colocación provisional con alfileres a una lámina de plástico blanquecina y semitransparente de las usadas para encuadernar -de los últimos materiales con los que andamos enredando-.
Los alfileres no son para siempre, o ¡síii! -pero si vivimos prendidos por alfileres!!-
No en este caso:
Fijé la gasa al plástico por cuatro puntos superiores, con alambre trenzado etc., que separa la gasa de la lámina de plástico casi un centímetro. Es fácil de hacer pero cuántas vueltas le dimos los diletantes y su asociada a este punto concreto.
Y luego hay que ponerle algo para colgarla de la pared (como siempre, claro, y eso que me gustaría colgar más cosas del techo): cómo se pone el sedalillo y con qué fin. Este es otro punto que aunque parezca una chorrada (y lo es) lleva tiempo de pensar y sobre todo, para elegir entre las opciones muy diversas.
Puesta ante la luz exterior y natural, apoyada en un cristal
(Vista ortodoxa de la imagen anterior)
Y otra es jugar con el sedalillo del que todo pende y la flexibilidad de la lámina de plástico. Así:
de frente, ortodoxísimamente
y de perfil, aquí y allí
(al fondo se ve el móvil de semillas volátiles en una de sus múltiples posiciones)
y así se ve como la ley de la gravedad -casi la única que me gusta- atrrrae en vertical la gasa, suelta toda ella salvo por su parte superior. Y esta son las pequeñas chorraditas que nos gusta hacer a los diletantes y a mí (equilibrios inefables y objetos infraleves).
Mientras hacíamos todas estas chorradas no se nos escapa, sin embargo, qué es una gasa, gasa de hospital en este caso.
La gasa limpia, doblada, higiénica que sirve para curar, proteger heridas, que no vale nada pero que tan necesaria nos es, tan desapercibida nos pasa salvo si no la tenemos y la necesitamos -en tantos lugares donde no hay-.
La gasa que una vez usada será desechada, tirada a la basura o al contenedor de productos biológicos hospitalarios.
Su fin, pese a su suavidad y su utilidad es, como el de tantas cosas de nuestra vida cotidiana en las sociedades de hiperconsumismo descerebrado: acabar en la basura, ese sitio del que nadie quiere saber, salvo los que noche tras noche rebuscan en los contenedores buscando comida, objetos, ropa, cualquier cosa que les falta y puedan encontrar, delante de mis ojos, aquí, en la sociedad occidental.
Pienso en lavarla... pero quizá, a la vista de cómo van desenvolviéndose las cosas en nuestra sociedad dominada por hiperliberalísimos dirigentes (los políticos), quizá en breve también se les ocurra hacerlas lavar en los hospitales para darles un nuevo uso sobre otras pieles heridas.
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