Cuando tras un año ausente, volvió a su pequeña casa, encontró ramas asomando por todos los huecos.
Las raíces había hecho su trabajo silencioso.
Los árboles junto al río en la parcela inclinada buscaban aún más salidas.
Decidió que era mejor dejarlo así.
Nuestra existencia es tan frágil que a la naturaleza le basta un minuto de ausencia para ocupar nuestro espacio. O menos.
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