Y vio entre la vegetación muchos signos que no supo
interpretar.
Trató de reunirlos, hacer un inventario, pero entendió que
eran infinitos.
De entre ellos recogió un alfabeto de los muchos posibles.
Se familiarizó con los signos y creó otros nuevos dentro de
ese alfabeto.
Luego, sin saber lo que
escribía, comenzó a trazar textos
vegetales: una carta, un manuscrito, un poema, otro poema sobre la dignidad,
otro más sobre las raíces y sus reflejos aún más subterráneos, otro sobre
bandadas de pájaros.
Un día se le mezclaron todos los signos y sus significados, y surgió
la confusión.
Finalmente, conversó.
Y dijo que también son signos la
disposición de las ramas en los árboles y de las hojas en las ramas, los surcos
de los pájaros al volar y el sonido del aire entre las piedras, el temblor del
agua y la red de dignidad entre las personas. Y aunque no conozcamos su
significado.
Y le pareció que era bueno.
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