“Y vio entre la vegetación muchos signos que no supo interpretar.Trató de reunirlos, hacer un inventario, pero entendió que eran infinitos.De entre ellos recogió un alfabeto de los muchos posibles.”
Casilda García Archilla es una artista española contemporánea y “alfabeto vegetal” es un trabajo que mezcla tanto imágenes como textos. Son diecinueve imágenes y seis textos de una a cuatro líneas cada uno. Las imágenes y los textos se van intercalando; por cada texto una o un conjunto de imágenes.
Las imágenes, más que caracterizarse por presentar dibujos figurativos o colores, son también textos, solo que utilizamos la palabra imagen para señalar que los signos se han escrito en una superficie distinta a la página web. Los signos están escritos en papeles de colores claros que posteriormente han sido escaneados o fotografiados.
La cita al inicio de esta ficha corresponde al primer texto del trabajo de la artista. Es sin duda un texto poético a modo de introducción. Poético, porque en primer lugar, formalmente nos remite a la poesía: está escrito en tres versos. Por otro lado, si nos referimos a su contenido, se advierte en él una acción, como si se tratara de un relato, pero lo que sucede produce tal extrañamiento, y la preocupación por el lenguaje es tan evidente –en la elección de las palabras y en el contenido mismo- que nos parece más apropiado el término “poema” para definirlo. Es importante mencionar además, que el texto, a pesar de ser una especie de introducción, no está escrito en primera persona sino en tercera singular: “ella”. De modo que la poeta-artista se distancia de lo que describe y el pequeño argumento de su texto alcanza a otros sujetos; el ejercicio de percibir signos en la naturaleza y de ordenar algunos creando un alfabeto, se acerca a nosotros de modo que cualquiera podría ser quien actúa.
En cuanto a esta imagen que recogí de su trabajo, que no es la primera en el suyo, sino la segunda (en la primera están agrupados un conjunto de piezas similares a ésta), es posible observar tres columnas largas dispuestas en una superficie de color crudo con una dimensión similar a lo que sería una cinta en forma vertical. Cada columna está formada por pequeños signos de color tierra con formas distintas entre sí. Estas formas se asemejan bastante a lo que podrían ser miniaturas de ramas de árboles o plantas, puesto que tienen, la mayoría, una estructura mayor de la que se desprenden otras menores, a modo de rizomas. Entre signo y signo hay una separación pequeña, a veces más amplia, pero que al parecer solo cumple la función de separarlos entre sí y no de crear palabras.
Lo interesante de esta primera parte del trabajo es que la creación no es gracias al signo, sino a partir de la idea de él, es decir, se ha creado un signo nuevo –o se han recogido de un universo infinito, algunos, como señala la autora- y éste signo no será lingüístico sino “vegetal”, porque cada significante no remite a un contenido convencional, sino a la naturaleza, a las estructuras de la naturaleza que están en todos lados diciendo sin ser descifradas.
Una vez que la artista ha recogido los signos que le parecen más apropiados para su “alfabeto” crea otros a partir de ellos y luego, de una vez se pone a escribir con ellos: “Luego, sin saber lo que escribía, comenzó a trazar textos vegetales: una carta, un manuscrito, un poema, otro poema sobre la dignidad, otro más sobre las raíces y sus reflejos aún más subterráneos, otro sobre bandadas de pájaros” Es lo que muestra la siguiente imagen:
Ahora que los signos se han mezclado y unido, para dar lugar no necesariamente a palabras, pero sí a líneas horizontales, las formas que surgen se asemejan más a estructuras moleculares que a pequeños rizomas. Las uniones han complejizado los signos, tal como sucede en la construcción infinita que se puede hacer de palabras. Es importante destacar, si, que en este segundo trabajo, en donde la autora asume que está escribiendo, no solo ubica los signos anteriormente creados uno al lado del otro, sino que también encima y abajo. Esto se puede advertir por el tamaño que van adquiriendo. Si vemos la obra con más distancia, sin embargo, podremos advertir que de todos modos el orden tiende hacia la horizontalidad. La importancia de este detalle tiene que ver principalmente con cómo tenemos condicionada nuestra mente para relacionar esta estructura con la escritura, es decir, líneas más o menos uniformes hacia el lado sobre una superficie como ésta, que se asemeja bastante a una hoja tamaño carta. Sin embargo, también es posible que la autora haya usado este tamaño en la superficie y la horizontalidad en las líneas para evidenciar aún más que una vez que recogió signos, pudo escribir, pues se sabe que así dispuestos podemos asociarlos mejor a una hoja con texto escrito, al menos en la cultura occidental.
Un detalle muy bello también está inscrito en el texto que antecede a las imágenes de donde escogí la recién comentada. En el texto, Casilda señala que “sin saber lo que escribía, comenzó a trazar textos vegetales: una carta, un manuscrito, un poema, otro poema sobre la dignidad, otro más sobre las raíces (…)” Sigue hablando de “ella” que puede ser su contraparte o cualquiera; no importa el sujeto cuando el foco está en el signo. Lo bello, sin embargo, es que con “signos vegetales” pueda escribir un poema sobre la dignidad, por ejemplo, puesto que vincula a la materialidad recogida del exterior con un valor netamente humano, o al revés; imprime en lo humano un golde de verdor, tierra y árbol. Por el contrario, que diga que escribirá un texto sobre las raíces sí parece más lógico y menos sorprendente, pues se podría pensar que para hablar de raíces se puede echar mano de sus formas tan decidoras.
En las imágenes que siguen a continuación, Casilda va superponiendo cada vez más los signos y las líneas horizontales comienzan a acortarse, a perder su regularidad. Se llega a tal punto que en la última imagen de este grupo, se superponen un sin número de signos otorgándole una textura muy densa al final de la página. El color se intensifica y la red creada casi no presenta espacios entre medio. La autora dice que “un día se mezclaron los signos y sus significados y surgió la confusión”. Luego de esta frase presenta la siguiente imagen:
Los signos parecen estar cayendo, como caemos nosotros cuando el lenguaje provoca confusión. Si el pensamiento es lenguaje y este último se confunde, entonces nuestra mente y nuestras acciones comienzan a tornarse difusas, inaprensibles como si fueran cayendo hacia el vacío.
El final de este trabajo, sin embargo, que viene inmediatamente de esta imagen de confusión y superposición de signos, presenta una fotografía en donde cinco cintas dispuestas de manera horizontal con escritura “vegetal” forman una “conversación”, en palabras de la artista. Luego presenta estas mismas cintas fuera del cuadro, por separado. Es importante señalar que ahora los signos están todos unidos como si fuera una larga palabra de extremo a extremo de la superficie de la llamada cinta. Estas construcciones nuevamente dispuestas horizontalmente “conversarían” entre sí, según la autora. Y puede ser claramente, pues hay diálogo entre ellas, hay correspondencias, solo que no tenemos el significado. El texto final, quizá alude a eso: “Y dijo que también son signos la disposición de las ramas en los árboles y de las hojas en las ramas, los surcos de los pájaros al volar y el sonido del aire entre las piedras, el temblor del agua y la red de dignidad entre las personas. Y aunque no conozcamos su significado. Y le pareció que era bueno” Signos con significados desconocidos que no trata de descifrar, sino que solo recoge, muestra y ordena. El ordenamiento es humano y cultural, pero que la interrogante del significado se respete aun desconociéndose, me parece interesante, porque en general, lo desconocido es amenazante y tiende a querer destruirse. Casilda García Archilla, de este modo, hace alusión a nuestras estructuras, a la materialidad de las cosas y a lo cultural versus lo natural con un trabajo sumamente sugerente y abierto en interpretaciones. Esta que le he dado es solo una posibilidad.
Carolina Astudillo
Nina Avellaneda me envió por facebook este texto suyo, que realizó como trabajo dentro del magíster sobre arte y pensamiento
latinoamericano que estudia en Chile. Y a mí me hizo mucha ilusión y me encantó. Una historia muy bonita.
¡MIL GRACIAS, NINA!
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