Las palabras nunca fueron suficientesy he aquí un pájaro negroque despliegasus alasen mi pecho.
Palpo tu abdomentenso y convulso por el llantoy comprendo que el lenguaje es zafioy es inútil,un juguete roto en nuestras bocas.
Si encontrara el verbo necesariopara encender una luz en tu cabeza.Si existiera.
Que lo más tonto es perder algopor el puro miedo de perderlo,te diría.
Que entres por la puerta que se abrey que disfrutes.Que la vida está aquí,en tu regazo,y no en las crueles fantasíasque te cuentas.
Y que dejes de llorar,cojones.
Oigo llorar a mi madre. Llora y llora desde hace un rato. Voy a verla y me siento a su lado y la abrazo el hombro y la acaricio el brazo y le pregunto por qué lloras, qué te pasa.
Oyes llorar a tu madre, y llora y llora y te acercas a ella y le preguntas qué te pasa, por qué lloras. Y te sientas a su lado y no entiendes por qué llora ni por qué sigue llorando por más que dices, por más que intentas distraerla, sacarla de sí y de su llanto.
Y ellas lloran y lloran.
y no sabemos qué palabras decir, no sabemos detener su llanto.
y por eso me he acordado de este poema de Sergio C. Fanjul,
y que dejes de llorar,cojones.
(pero ¿le podría decir eso a mi madre? ¿no lloraría aún más?)
Consuelo.
ResponderEliminarBella imagen.
Me parece el consuelo más difícil: consolar a la madre, y aún más consolar a una mujer mayor, a una anciana.
ResponderEliminarEl poema de Fanjul y el pensamiento que me trajo dieron sentido a esta imagen que hice hace tiempo y andaba rodando por el suelo (literalmente). Al cobrar sentido cobró valor para mí.