Y ocurrió que por la calle comercial, larga, muy larga, que atraviesa la ciudad que habréis de adivinar, encontramos esta tienda, toda acristalada, sobrealiendo y entrando del nivel del resto de los edificios, vagamente circular, como si fuera... parece, parece como si fuera una de las otras capillas que hay diseminadas por esta ciudad.
Y de tan fascinante como me pareció su contenido no pude hacer una fotografía sin que me temblequearan las manos, así que J.H. diletante se hizo cargo de llevarnos el recuerdito visual.
foto plena de emoción ante tanto colorín de imágenes, cristos crucificados, sagrados corasones, cristos en magestad, rosarios colgantes, velas, cirios, vírgenes serenas, vírgenes dolientes, santos para todos los nombres, sagradas cenas, angelotes, tarros que no sé para qué sirven, cepillos, casullas.. Y el vendedor era un muchacho joven y no tenía aspecto, así a primera vista, de ser un religioso.
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