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Nacemos sin protección, con un cuerpo lechoso y un cerebro de gachas. Todo en nosotros es frágil y amorfo. Sin una madre al lado que nos proteja y alimente pereceremos sin remedio. Pero con esto no resumimos toda la invalidez que nos amenaza en la infancia. Hay también una necesidad básica que trasciende lo meramente físico y se adentra en otro espacio más misterioso. Un lugar donde prospera el hambre de un alimento amoroso que nos llega a través de la voz, del afecto facial y del capricho de las caricias y los mimos.
En este crisol se amasa una vinculación personal que sirve de matriz indispensable para vivir. En su interior se construye una relación personal tan intensa y exclusiva que hace de patrón para todas las que han de seguir. A este vínculo, estrecho como ningún otro, lo llamamos apego, y al temor que suscita su ruptura lo calificamos de angustia de separación, que se convierte pronto en el trono de todas las angustias.
El drama de la vida se juega bajo estos parámetros. Si el apego se establece y funciona adecuadamente, el individuo oscilará con salud entre el temor de alejarse y la indiferencia hacia los demás, que son los dos extremos donde la posible dependencia exagerada se ve rectificada por un desinterés que crece a la defensiva. Y si uno queda excluido de este círculo, porque el apego no fraguó o solidificó en exceso, entonces vivirá como Kafka consumido bajo el frío.
Las víctimas del apego se cosechan entre la escarcha de la melancolía y el desgarraminto de la locura. Melancólico es aquel al que dejan frío todas las cosas, porque su recuerdo físico del apego es gélido como el polo. Loco, en cambio, es aquel a quien separaron de un tirón, sin aviso ni contemplaciones. Un hombre desgarrado y en permanente carne viva.
Fernando Colina
De su columna de los sábados "Crónica del manicomio", publicada en El Norte de Castilla. Este es el fragmento final -bastante largo- de "Frío", publicado el 21 de diciembre de 2013.
palabras y pensamiento mui lucidos...
ResponderEliminar"saludos de buenas fiestas" Casilda
Sí, tú lo has dicho, Eddy, son palabras muy lúcidas. Boas fiestas, Eddy, y ojalá 2014 sea mejor para todos. Un abrazo
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