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(atadijos sin fraude) -equilibrios inefables-

miércoles, 12 de agosto de 2015

¿A qué sabe el polvo?: "Él" de Marina Perezagua


Él




Saber que es él, aunque físicamente irreconocible, me neutraliza los sentidos. Cuando no se trata de él, me aparto del olor desagradable, de la vista de lo deforme, del sonido del sufrimiento. Sin embargo, cuando le cuido, aquí, en la misma cama donde lo colocamos el día en que lo trajeron, su estado no me induce al vómito y, si su piel me lo permitiera, le besaría todo el cuerpo. Pero la poca piel que le queda intacta es, ahora mismo, tan delicada como la de esos insectos plateados que habitan en las humedades, y se deshacen tras el más mínimo roce. Limpio sus trocitos de piel en el termómetro, en la cuchara diminuta con que le meto la sopa; en sus pestañas, que recogen partículas que, como escamas, se le desprenden de los párpados. 

Pero está vivo. Y, casi más importante, está. Él está. Es lo que me digo cada mañana, antes de abrir los ojos en este sofá para mirarlo, a unos metros de mí. Está. Él. No importa lo que venga ahora, la agonía, la muerte. Lo peor, los meses de búsqueda, la alerta permanente del espíritu esperando una noticia, ha pasado. Por eso, cuando Arturo me advirtió que su estado era irreconocible y me preguntó si estaba preparada para verlo, no temí la visión del horror que sí vieron los vecinos, que tenían que desviar la mirada de tanto en tanto, mientras nos ayudaban a Arturo y a mí a colocarlo en la cama. 

Como otros, perdió la dentadura en una explosión, y usaba una prótesis. Ya hace tres semanas que Arturo me dijo que la traería, pero todavía no ha venido. No importa. No le hace falta, porque su estómago no puede soportar el peso de la comida. 

Llevo mucho tiempo sin limpiar el polvo. Lo veo en los muebles, flotando en el rayo de luz que se filtra por la ventana. Quiero probarlo. Abro la boca para que me entre, para averiguar a qué sabe, si tiene algún alimento, porque su boca está entreabierta y me gustaría que esta harina de pelo de perro, de barro en los zapatos, de alas de mosca, le aportara algún nutriente. Pero este polvo no sabe a nada, no tiene olor ni gusto. Sólo se ve. 

Lo que le queda de vida es tan débil que no me atrevo a moverme cuando estoy a su lado. No quiero que el ruido de mis pisadas interrumpa su respiración, que consiste en un silbido constante, un silbido que si fuera tocado con un instrumento se correspondería con la nota fa bemol. Por eso, desde por la mañana, preparo todo lo necesario para pasar el resto del día en esta silla, frente a él, violín de una sola cuerda. No sé si pese a su estado conserva los ciclos de vigilia y sueño. Por la noche el sonido persiste, aunque ya no es un violín. Es un piano, de una sola tecla.  

Fuera de su silbido, sólo hay silencio. Desde que lo trajeron hay silencio incluso en el patio. Ese mismo cuidado que tengo yo para moverme lo mínimo, parece haber contagiado a los vecinos. Todos andamos de puntillas. Creo que se ponen en mi lugar. Ayer los aliados trajeron a la joven del 2B. No la he visto, pero me dicen que está reconocible. 
[...]
MARINA PEREZAGUA
"Él". Fragmento inicial, reproducido por cortesía de la autora. (Gracias, Marina!)


En Leche Los libros del lince, 2013

 Cuando abrí Leche, el segundo libro de relatos de Marina Perezagua, y empecé a leer este "Él", quedé hipnotizada en la lectura. Lo leí de un tirón. Al terminarlo, mi asombro hizo que lo volviera a leer. Al acabar esta lectura, el asombró había aumentado y lo tuve que leerlo de nuevo. Luego lo he ido releyendo, una y otra vez. No sé si con asombro o con la delectación de ir viendo los materiales de que está hecho, las infiltraciones de temas que luego confluyen o se ocultan en el camino.

Esas alas de insectos que se deshacen, como el polvo en suspensión y su composición. Lo informe que se deshace aún más y pugna entre la muerte definitiva o el paso a objeto, persona, hombre o mujer.

Para quien quiera seguir leyendo este relato magnífico, compre el libro en su librero habitual y disfrute con los otros cuentos.. "Leche", "Mio Tauro", "Blanquita", "Las Islas, "El alga"...

También en Los libros del lince está publicado el anterior libro de Marina, Criaturas abisales, de 2011. Y mientras espero a que aparezca su nueva publicación, releo de vez en cuando "Aurática", o "Un hombre solo", "Aniversario" o "Little Boy". O "Él", de nuevo.


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