SOCIEDAD DE DILETANTES (, S.L.) & PAAARTNERS

(atadijos sin fraude) -equilibrios inefables-

martes, 24 de mayo de 2011

Contra la mentira. "El corrector", de Ricardo Menéndez Salmón

Estos días 22 y 23 de marzo, viendo cómo de nuevo los políticos vuelven a campar por sus anchas en todos los medios, tras el frescor de la pasada semana con las plazas llenas, y después de todos  los intentos de manipular y desacreditar la libre salida de la gente a las calles para protestar contra este sistema, me acordé de este fragmento contra la mentira y la manipulación del lenguaje por los políticos -y por lo medios que los corean, y por quienes repiten sus consignas sin pararse a escuchar a nadie más, en ese acto de negación del otro tan asqueante y nada democrático.


El texto son las palabras de Vladimiro, el personaje que recuerda el 11 M y los días siguientes, en la novela El corrector, de Ricardo Menéndez Salmón, publicada en 2009:



Pervertir la realidad a través del lenguaje, lograr que el lenguaje diga lo que la realidad niega, es una de las mayores conquistas del poder. La política se convierte, así, en el arte de disfrazar la mentira.

Nadie, desde que existen ágoras, ha mentido tanto como los políticos. Cuando entre los griegos un político mentía, se le imponía una vergonzante pena: el ostracismo. Hoy, en el peor de los casos, se le pone un escaño, se le regala una alcaldía o se le adjudica un ministerio. Es el código no escrito de nuestra meritocracia: miente y serás recompensado.

La crónica de lo que sucedió entre los días 11 y 14 de marzo de 2004 es un magnífico ejemplo de la versatilidad en el arte de la mentira alcanzada por nuestros políticos. Enfrentados a un suceso aterrador, a un trauma de proporciones colosales, muchos de ellos optaron por mentir. O, como se dice ahora, "por no decir la verdad". Cuando sus señorías juegan a la dialéctica, no hay sofista que les haga sombra. Nadie como el político ha pervertido tanto el sentido de las palabas, de todas las palabras; ni siquiera el más recalcitrante fideísta. Y si, como quería Heráclito, el alma humana se parece a una araña que acude velozmente a cualquier lugar de su tela cuando siente una de sus partes dañada, el político es una araña que acude velozmente al depósito común del lenguaje cada vez que se siente atacado por alguno de sus adversarios. Pero para el político, al revés de lo que sucede con la araña, ya no hay telas sagradas, porque todas han perdido su lustre. Ésa es su inmensa condena. Ha gastado el tapiz de tanto usarlo sin sentido.


En aquellos terribles días el lenguaje fue vituperado, arrastrado por el fango y reducido a moneda de Judas entre toda nuestra clase política. Cómo maltrataron el lenguaje, cómo engañaron a sus usuarios, cómo sentenciaron a muerte nuestra dignidad es algo que jamás tendríamos que perdonar. Y, sin embargo, lo hacemos.


Una y otra vez somos burlados, despojados de nuestro honor, compelidos a comulgar esa hostia llena de náusea que ellos llaman democracia, justicia o libertad. Todas esas palabras, en realidad tan profundas que deberían quemar la lengua del que las pronuncia sin respeto, han perdido su significado, al punto de que suenan en nuestros oídos como la canción del verano o como una plegaria aprendida en la catequesis cuando niños.

Ricardo Menéndez Salmón
El Corrector
Seix Barral, 2009
Gracias



Recuerdo que nuestra lengua es de todos, la cosa pública es de todos. 
La dignidad es cosa de todos.

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