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(atadijos sin fraude) -equilibrios inefables-

domingo, 31 de julio de 2016

Scullyniana




Escaneado de un negativo de una obra -mía-, 
muy scullyniana, 
de 1998, carboncillo sobre papel.

Tamaño lámina de papel Canson (50 x 65 cm., creo recordar).




He encontrado este negativo y como he tirado TODOOOOOSSSSSS los malditos dossieres en papel y todas las malditas fotos mil con los que elaboré taaaantttoooooosss malditos dosieres en la era analógica, no sé si tengo la foto en positivo o no y me da lo mismo. Lo que sí recuerdo es que esta obra fue la imagen del cartel de mi primera exposición yo solita, en 1998, con la característica de que expuse la obra en el cartel pero no físicamente en la exposición (escamoteo muy divertido).

La obra acabó en Nueva York o en las Bermudas, no recuerdo ahora muy bien (toma internacionalización!, la única que he tenido, por otra parte)

Tiene para mí mucha cosica -no diré importancia, que eso es una exageración-:


---Por un lado, me hice un Scully bastante majo: fue muy placentero el trabajo de las bandas con más o menos carboncillo, más o menos capas, de manera que se podía meter el dedo y dejar una huella de lo profundas que eran a veces.


--- Por otro, inauguré una época muy larga de trabajo con carboncillos y lápices duros, motivada en parte por una época de escasez económica en la que, para fijar las obras elaboradas en un mes con un buen fijador, eso sí -no con laca Nelly, que siempre trato de utilizar buenos materiales por respeto a las obras y el placer que proporcionan-, tenía que esperar la paga del siguiente y así mes tras mes.




Me gustó mucho trabajar con carboncillo y me hinché a hacer obras con este material barato, no tanto el papel, menos el fijador y muchísimo menos el enmarcado requerido para su exposición. Pero pintar, al menos, podía pintar todo lo que quisiera.





Hubo muchas obras y varias consecuencias divertidas:

Se me llenó todoooooo el estudio de polvo de carboncillo: se caía al suelo, formaba montañitas en la base del caballete, todo lo impregnaba en los lugares más recónditos del estudio. 




Y claro, el fijador contribuyó a que esa nube de polvo de carboncillo instalada en el estudio, se pegara literalmente a los lienzos y materiales que allí tenía, y hasta a los discos que escuchaba, al suelo y yo creo que a mi piel también (una vez se me pegó el pie al suelo a causa del fijador y al despegarlo me llevé en la planta un trocito de baldosa del piso).






Los lienzos mencionados los he tenido que limpiar varias veces desde entonces.. y aún, tras tantos años, desprenden un olorajo a carboncillo y fijador bastante mareante.





Utilizaba carboncillos muy finitos que tenía que buscar y rebuscar en las tiendas de materiales, hasta que di con una marca estupenda -no tenía ni marca- a la que me suscribí: conseguí acabar con las existencias de carboncillos finitos en la ciudad. Iba a comprar día sí, día también, algunos días mañana y tarde,  ante el asombro y horror del vendedor que llegó a pensar que me los comía.




Como eran tan finos y frágiles, al trazar con cierto ahínco saltaban echos pedazos contribuyendo al ambientazo del estudio (¡¡¡Yeah!!! ¡He pisado un cacho carboncillo y ahora mancho toda la casa! ¡Otro más pisado! - ¡Crunch!)


En estas obras hay influencias de los pintores que me fueron atrayendo:  Jasper Johns y sus dibujos  primero,  Agnes Martin y Robert Ryman posteriormente, y finalmente, de Sean Scully.


Tengo devoción por Sean Scully, auténtica devoción, como en otros pueblos la tienen por Foulkner.

Supe de su existencia y me enamoré de su obra a raíz de la exposición de 1989 en el Palacio de Velázquez. No pude ir a verla, pero la imagen del  cartel se me quedó fijada para siempre.

Durante años perseguí esa imagen sin encontrar nada, hasta que en 1995 encontré en una librería en Barcelona, con auténtica excitación, el libro Sean Scully. Twenty years, 1976-1995, que compré y devoré.




Africa. 1989
MNCARS

Posteriormente pude extasiarme contemplando sus grandes cuadros en el Reina Sofía. Recorrerlos, bucear en sus capas y en los colores que aparecen bajo otras capas de pintura, regodearme en los brochazos.. Llegué a la conclusión de que latían.


Años más tarde, en un ARCO, encontré un stand llenito de obras de Scully, en especial grabados. Y me enamoré perdidamente de uno, o de todos, pero solo podía adquirir uno.

Tras preguntar el precio, dedicí ahorrar para compararlo en el siguiente ARCO. Pero... cuando volví a ARCO el siguiente año no había ahorrado lo suficiente... Así que mi acompañante y pareja lo compró para los dos: 



Este, que finalmente me ha acompañado en 4 casas, 

"Pomes Penyeach, Prayer", de 1993, aguatinta 

(la foto del vendedor de donde lo he cogido es bastante mala).

Lo he colgado en el pasillo, y lo veo desde enfrente, el cuarto de baño o aseo o retrete, 
y es justo desde este lugar entronizado desde donde mejor se ve el grabado.

Lo contemplo complacida desde ahí, 
 y lo contemplo y lo contemplo y sonrío.
Me da paz


En 2012, al visitar y degustar la Alhambra, me topé por sorpresa con la exposición "Luz del Sur" de Scully en el Palacio de Carlos I, con enormes obras sobre aluminio.

Ahí llegué a la conclusión de que sus pinturas no sólo respiran y se está muy a gusto junto a ellas, sino que además, dan ganas de darles unos lametones. En este enlace un pequeño post sobre esta exposición.

Y hará unos tres años, una amiga muy querida me regaló el catálogo de esta exposición, sin saber de antemano que la había visto allí, y  con gran gozo.

Este catálogo, más un gigantesco atlas de España que fue de mi padre, me han servido en muchas ocasiones para planchar y apisonar papeles y otras obras, por lo que siempre ha andado rodando por el estudio. Ahora le dejaré descansar una temporada en alguna estantería con otros libros queridos.

Y esta es mi relación con Scully, al que además de admirar como pintor, grabador y fotógrafo, me cae muy simpático, con su aspecto sencillo y bonachón. 

Muchas gracias, Sean Scully!


Good morning, Mr. Scully. Que tenga Ud. buen día!

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