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(atadijos sin fraude) -equilibrios inefables-

lunes, 31 de mayo de 2021

El unicornio descansa en un jardín

 

 


 

El tapiz "El unicornio descansando en un jardín", se fecha entre 1495-1505, es francés en cuanto a su diseño y dibujo -el cartón se realizó en París- pero se tejió en los Países Bajos -Bélgica-, sobre  urdimbre de lana, con lana, seda, plata y tramas doradas.

Mide 368x251,5 cm.



Forma parte de "La caza del unicornio", constituída por seis tapices, con los que parece, sin embargo, que éste no guarda relación de continuidad en cuanto a su temática.

Se conservan todos en el Metropolitan Museo de Nueva York, por donación de los Rockefeller en los años 30, quienes los adquirieron en 1923 vía intermediarios al último de los Rochefoucauld que disfrutó de ellos tras una larga cadena siglos de propiedad en esta familia.

Los otros cinco tapices de "La caza del unicornio" representan diversos momento de la partida de caza de nobles -nobles son también los que encargaron estos caros tapices- para atrapar y matar al huidizo unicornio. Frente a este, aparecen figuras humanas, perros de caza y caballos, y la acción que representan se desarrolla en bosques, con arroyos, fuentes y todo tipo de animales volando o entre la vegetación.. Hay escenas violentas y cruentas, siempre dentro de la elegancia señorial de estos tapices.

Todo tan distinto de este tranquilo minotauro atado por una cadena más bien testimonial, como si fuera un animal doméstico, al tronco de un granado, con los frutos abiertos goteando sobre su lomo, y rodeado de una cerca de madera en un prado cubierto de flores, el típico "milflores" que aparece en otros tapices de esa época, el conjunto de seis tapices de La vida señorial y los otros seis de La dama y el unicornio, con su fondo rojo,  todos en el Museo de Cluny.


Volviendo al Unicornio descansando del Metropolitan, como señala el texto que acompaña y explica el tapiz, el unicornio atado y encerrado parece que lo es voluntariamente, pues cadena con cinto que le ciñe al cuello y cercado que le rodea, tan bajo y estrecho para sus dimensiones, serían fáciles de evadir y saltar.

Y añade que en su feliz encierro está rodeado de símbolos de fertilidad y matrimonio "para el hombre y la mujer" en  la época -fines del s. XV, comienzos del XVI-: además de las granadas con sus múltiples frutos en aquenio y jugos, entre las flores están la orquídea salvaje, cardos, y la bistorta, que se eleva, dentro del cercado, delante del lomo del unicornio, a la izquierda de su pata delantera.

Y también, la rana, cuyo ruidoso croar en sus apareamientos la hicieron en esa época otro símbolo de fecundidad. 





La rana está situada en la parte derecha inferior del tapiz, siguiendo hacia arriba el vértice de la letra A que se encuentra abajo a la derecha. 

Los anagramas AD son otro elemento de este tapiz, que se repiten, con aspecto de madera y adornos de cuerda, en las esquinas superiores y la inferior derecha y en el tronco del granado.

Además de la rana, paseando por la reproducción fotográfica del tapiz, se puede encontrar una abeja con las alas desplegadas que parece a punto de libar una flor, situada bajo el anca del unicornio, siguiendo hacia abajo la mancha del jugo de granada, en el palo de la cerca.

Encontrada ésta, al desplazarse en horizontal por la imagen del tapiz, encontramos otra en vuelo, para libar de una azucena.

De las muchas especies de plantas que tapizan tan deliciosa e irrealmente el fondo, el "milflores" -sin perspectiva, llenándolo todo-, no conozco los nombres, aunque reconozco formas, y me entusiasma encontrar muchas matas de fresas. No he visto más insectos ni ranas, y no he encontrado ningún animal más.

En las otras series de tapices mencionadas y en los otros tapices de esta serie de "La caza del Unicornio", es muy frecuente ir encontrando animales de todo tipo, incluidas aves, en el milflores o en los bosques representados en los tapices.



Hay dos aspectos que me hacen muy querida esta imagen y tapiz, que solo he visto en pantallas:

Por una lado, el unicornio, encerrado en una verja tan baja y a la vez tan estrecha para su gran cuerpo, y a la vez, toda la imagen tan encerrada en los márgenes del tapiz, producen mucha angostura.

Y esto, en especial la verja donde está tumbado el bicho, me recuerda a los parques infantiles donde se mete a los niños pequeños para que no anden trasteando por la casa y estén a la vez protegidos de pisotones de hermanos mayores distraídos. Niños gateando entre piernas de hermanos mayores jugando a sus cosas. Hermanos pequeños metidos en el parque, agarrados a la verja, dueños de su terreno, contemplando el mundo exterior, o jugando con cualquier mota de polvo hallada en el parque, vueltos sobre sí mismos y ajenos. 

El parque infantil visto desde mi recuerdo actual me resulta una especie de paraíso. 

Hay quien me dice que su parque fue la playa donde su madre los echaba todas las tardes y allí se comían la arena. Otros que no tuvieron parque. 


Por otro lado, el milflores, millefleurs, es algo que he reencontrado a través de este "Unicornio descansando".

En los años ochenta pinté una enorme tela con un fondo de lo que se llamaban "campos de colores" o algo similar, con flores como en estos tapices milflores, que recogí de una fotografía en blanco y negro encontrada en alguna publicidad de revistas científicas o similares.

Arrumbado enrollada durante años, cuando volví a abrir el lienzo para verlo, antes de destruirlo, comprobé que el milflores me seguía satisfaciendo e interesando mucho, no así el espantoso cambo de colores o campo de coles que vaya, qué feo que era. Le metí la tijera sin piedad porque no se puede almacenar tantas cosas ni tantas pinturas. Me queda el agrado y el descubrimiento y reencuentro con los milflores.
 
  




6 comentarios:

  1. ¿Y si consiguiéramos que existieran los unicornios?

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    1. Existen, Pedro, en nuestra imaginación colectiva. Y porque nos son necesarios existen

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  2. Entonces, ¿vigilan el árbol de la fruta prohibida para que no vuelva un dios a expulsar del paraíso a quien pruebe de ella?

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    1. ¡Cielos, Fackel! Qué pifostio de tradiciones, leyendas y culturas me has montado.. A ver a ver: el unicornio descansa en el cercado bajo un granado, símbolo de la fertilidad, y el jugo de una granada le ha caído sobre el lomo. No vigila, descansa, creo que prisionero voluntario en un cercado que podría saltar si quisiera.

      Creo que esta intrepetación está muy alejado del árbol prohibido del paraíso primigenio que inaugura otra leyenda de otra cultura. Vigilar, castigar, prohibir, tentar, la culpa.. son algunas de los gracias de la cultura que tú señalas, llena de terribulitá, tan ajena a la caza del unicornio.

      Muchas gracias por tu aportación sincrética

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